11 de enero de 2021
Generar ingresos y tener un empleo estable es lo deseable en un mundo donde la vida cada vez es más costosa, sin embargo: ¿Qué pasa cuando las tasas de desempleo suben en medio de una pandemia? ¿De qué forma afecta el desempleo al individuo? ¿Qué consecuencias psicológicas puede acarrear el desempleo?, ¿Cómo hacer frente al desempleo?
En primera instancia, es importante definir el desempleo como una categoría estadística reciente que se construye en los países desarrollados. En ese sentido, esa categoría agrupaba a las personas que antes eran asalariadas, pero excluía a quienes trabajaban en empresas familiares o en sus domicilios, dado que, frecuentemente, esas actividades solían interrumpirse y dejaban de percibir ingreso (Neffa, 2014).
Neffa (2014) sostiene que, para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los individuos desempleados son los que poseen cierta edad y que en un día, semana o mes, se encuentren en algunas de estas categorías:
Es decir, el desempleo agrupa a un conglomerado bastante amplio de personas, las cuales, en línea generales, no poseen trabajo en el momento o su contratación laboral se encuentra suspendida temporalmente, por lo que el sujeto no posee una fuente de ingreso que le permita sobrevivir.
Para del Pozo Iribarría, Ruiz, Pardo, & San Martín (2002), la pérdida del empleo constituye un detonante que deteriora, en gran medida, la salud mental.
Ese deterioro, que se sitúa entre los 3 y los 6 meses, se presenta cuando el tiempo de desempleo es largo y especialmente en individuos de la mediana edad.
Al respecto:
El rápido deterioro de la salud mental se puede explicar por la pérdida brusca de aportes psicosociales, como la disponibilidad económica, la seguridad física, la pérdida de habilidades laborales, la imposibilidad de predecir y planificar el futuro y la pérdida de una posición social valorada. Hacia los seis meses parece estabilizarse el deterioro a medida que la situación se va haciendo más controlable y predecible, aún siendo mala (del Pozo Iribarría, Ruiz, Pardo, & San Martín, 2002).
Cuando la persona se empieza a adaptar al desempleo, existe una leve mejora en el malestar subjetivo. Aunque, coexista un importante nivel de empobrecimiento en las aspiraciones, de autonomía o de competencia personal.
En ese sentido, Buendía (1990) plantea que, en el proceso de pérdida de empleo, existen una serie de etapas por las que suele transitar el individuo, aunque eso depende de la edad y condición social de la persona. Entre esas etapas se encuentran:
Rodríguez (1993) sostiene que, cuando un individuo se encuentra desempleado, pueden aparecer una gran cantidad de alteraciones. Se ven afectados ámbitos como:
No obstante, el apoyo familiar y los mecanismos de resiliencia que tenga el individuo son un factor clave, que facilita superar esa etapa y afrontar de mejor manera la situación, disminuyendo así los efectos negativos que genera el desempleo.
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